La importancia de los libros en el proceso educativo
La educación es el medio por el que las personas adquieren los conocimientos y las habilidades y destrezas para su desarrollo personal y profesional. Tres son los pilares esenciales para poder llevar a cabo el proceso educativo: la docencia, la investigación y aquello que engarza a una y otra que es la publicación.
La docencia es el mecanismo de trasferencia de experiencias y conocimientos teóricos y prácticos de maestras y maestros hacia los alumnos. Es un proceso gradual de aprendizaje que requiere poner en un lenguaje asequible conceptos y vivencias cada vez más complejas.
La investigación, por su parte, es un proceso de cuestionamiento, reflexión y experimentación que permite la generación del conocimiento. Las preguntas continuas sirven de guía, la reflexión es el camino y la experimentación el final del trayecto para poder obtener la respuesta a la pregunta inicial que permite extraer las características generales de los fenómenos (teorías) y las normas generales por las que se rigen (leyes).
Sin embargo, para que la docencia y la investigación tengan los resultados deseados, es decir se conozcan y apliquen, requieren ser difundidos y adoptados por la población y esto se hace a través de los libros, quienes desempeñan ese rol esencial e imprescindible para todos.
¿Quién no recuerda esa sensación de abrir por primera vez aquel libro que nos enseñó las primeras vocales y consonantes para poder unirlas para formar palabras para ir aprendiendo historia, geografía, gramática, literatura o las matemáticas iniciales, hasta llegar a las especificidades temáticas de las distintas profesiones que hoy tenemos?. Los libros han estado siempre presentes, de una u otra manera, en nuestras vidas pero sobre todo en el proceso educativo.
Los libros como generadores de conocimiento.
La investigación es por esencia generadora de conocimiento. Tanto la que se realiza desde una perspectiva meramente teórica hasta la experimental, requiere de una recopilación sistemática de datos que, posteriormente, sean analizados, estudiados, comprobados a efecto de obtener los resultados y conclusiones finales.
Sin embargo, las más exitosas y maravillosas investigaciones no servirían de nada si no logran ser transmitidas, difundidas y conocidas por aquellos que las requieren sin ser publicadas y ese es el rol que desempeñan los libros.
Imaginen por un momento que no se hubieran publicado los descubrimientos de Copérnico, Galileo, Galilei, Newton, Pasteur, Fleming, Marie Curí, Einstein, Darwin, etc., las reflexiones y estudios de Aristóteles, Platón, Descartes, Freud, Ortega y Gasset, o mas recientemente Zygmund Bauman, Steve Jobs, Stephen Hawking, etc, entre otros muchos que realizaron trabajos que cambiaron la vida de la humanidad. Estoy seguro que el conocimiento no se hubiera desarrollado como lo ha hecho, tampoco los conoceríamos y menos podríamos seguir innovando.
El registro de todo el avance reflexivo, experimental e incluso probatorio que do plasmado en las publicaciones y, de esta forma, el conocimiento no solo se fue generando sino también transmitiendo y transfiriendo como una especie de legado generalizado e inconsciente, hacia las generaciones futuras que pudieron continuarlas, enriquecerlas y superarlas.
Los libros se convierten, a su vez, entonces en generadores de conocimiento en si mismos porque no solo exponen el resultado final de la investigación, sino el elemento inicial de un proceso de análisis y desarrollo posterior. No debemos olvidar que los descubrimientos, inventos y reflexiones se basan en los resultados de investigaciones anteriores que hicieron posibles los avances superiores que se lograron.
Para que esto suceda, sin embargo, requiere ser puesto en las manos de la persona que lo retome para continuar avanzando en esa investigación o lo sepa transmitir a otros para que extraigan de él los aprendizajes del autor. Esta es la otra parte que se vincula con la docencia.
Los libros como facilitadores del conocimiento
El conocimiento generado necesita forzosamente su trasmisión a la sociedad para que sea de utilidad. Lo que lo convierte en un elemento básico para la docencia. Vuelvo a retomar el ejemplo básico de ese libro inicial que nos sirvió de base para aprender las vocales, consonantes y la formación de palabras que el maestro utilizaba para que visualmente pudiéramos comenzar a leer. Se atraía nuestra atención a través de diversos medios que hacían al docente más fácil su labor. El proceso parecía simple. La repetición permitía la memorización e interpretación y la visualización de la imagen nos ayudaba a la retención y asimilación del concepto.
Una vez que superamos las fases cognitivas básicas, los ejercicios de aprendizaje se complejizan; requieren una profundización mayor y, en muchas ocasiones, detenernos y repetir una y otra vez la apreciación y aprehensión de los conceptos, teorías, leyes, etc. para poder asimilarlos de manera adecuada. Y es que si bien el docente es el encargado de transmitir el conocimiento, los libros son esos facilitadores que le apoyan en la transferencia del mismo.
¿Quién no recuerda con cierta nostalgia el Algebra Baldor que utilizamos para aprender matemáticas; el de Etimologías Grecolatinas, los de Historia de México y del Mundo, los de geografía, filosofía, etc. que tantas veces consultamos para repasar los temas, aprender las fórmulas o simplemente tratar de memorizarlos en la educación básica y media superior?; y estoy seguro que muchos aun seguimos consultando las enciclopedias, diccionarios, códigos, leyes, constituciones, o aquellos que nos recomendaron los profesores o adquirimos para realizar tareas, trabajos o investigaciones durante nuestra etapa universitarias, porque, al fin y al cabo, los libros nos ayudan y facilitan el acceso al conocimiento independientemente de la edad o el grado académico que se tenga.
Escrito por: Dr. Manuel Martínez Justo
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